Cuadro: "Despertando el volcan" (2007)
de Patricia Toledo (Artista Plástica , Santa Rosa de Copan, Honduras, 1973- )
Es un día común y corriente en la aldea, Amadis está
realizando sus tareas comunes, a paso lento, de un tiempo para acá siente como ha
disminuido sus movimientos, si bien nunca fue una persona delgada, aún y con su
redonda figura lograba moverse con rapidez, dentro de lo que cabe, claro está,
en su momento llego a estar en una tribu de curanderos, o más bien,
principiantes de curanderos, fue un trabajo fuerte, era entrar en las
profundidades del ser, y si bien siempre era la sensación de incertidumbre,
cada viaje era alentador, cansado, si, más de una vez la pregunta que le
retumbaba en la cabeza era: ¿pero qué necesidad?
Pasaron los años, ella dejo de asistir a esos viajes, estaba
cansada, mucho muy cansada.
Pasaron los años, y de repente se vio envuelta en un
tremendo temor, de un tiempo para acá dudaba mucho de si estaba realizando lo
correcto, sentía que le hacía falta algo, y muy en el fondo sabía que era, le
hacía falta volver a buscarse a sí misma, sentía que había perdido brújula, eso
por un lado, pero también tuvo que admitir que le gustaba mucho el trabajo que
en su momento hacía con aquella tribu de curanderos, le gustaba este “investigar”
este entender del ser, pero se preguntaba en muchas ocasiones, en verdad estaré
aún a tiempo para hacerlo?
Esta duda la embargaba, porque no era el clásico trabajo de
“tómese esta yerbita y ya la hizo”
No.
Era aunque muchos lo dudaran con todo el ser, eran danzas,
eran, si era necesario estar a ras de suelo, era dejar que la mente callara y
las sensaciones surgieran.
Dice el dicho “el que busca, encuentra”
Y eso fue lo que sucedió, Amadis decidió buscar, buscar
nuevamente esa sensación de autoconocimiento, de lucha, de vida.
Había empezado de poco a poco, y cada vez “las aguas eran
más profundas”, era retomar esa sensación de saber dónde estaba pisando.
La siguiente propuesta fue ir a lejanas tierras, lejanas
para ella, que hacía un buen tiempo que no salía de su hogar, se había vuelto
una verdadera ermitaña, su únicas salida eran de la casa al trabajo, del
trabajo a la casa, y los fines de semana a casa de sus padres, que de un tiempo
para acá se había vuelto el único lugar donde estaba siendo amada y recibida, o
al menos ese cuento se lo creyó en momentos de crisis.
Se dice que hay maestros que van y vienen, algunos llegan
hacer más que un maestro, son personas que el destino, Dios, o el universo nos
vuelven a poner en el camino por que son ellos que de alguna manera logran que
otros que vivían en desolación, logren ver que son más allá que un cuerpo
humano, son seres espirituales que perdieron su camino en un momento dado.
Ese ser lo conocía como la Master, una persona que a través
de los años fue acumulando sabiduría, pero no se quedo con ella, sino que
decidió compartirlo con otros seres, entre ellos estaba Amadis, que, para estas
alturas había perdido un poc de su seguridad.
Master invito a una nueva experiencia, le llamaba
“respiración holotrópica”; Amadis ya había vivido en dos ocasiones esa
experiencia, la primera no le dejó muy gratos recuerdos, y sin embargo, en su
momento fue a una segunda experiencia, misma que, sintió que no entro con todo,
precisamente por el miedo a volverse atascarse en la profundidad del lodo en
que tardo un tiempo en salir.
Cuatro de sus compañeras de tribu decidieron ir, le
compartieron sus experiencias, pero ella seguía indecisa, “y si me vuelvo
atascar?”
Por fin, tomo la decisión que las vida no puede estarse
evadiendo cuando por algo se presentan cosas en la vida para cambiar la rutina
y la cantaleta de: yo no puedo.
Surgió un viaje más, no lo pensó y dijo que si, ya tenía
todo planeado, todo organizado, dejaría su refugio unos días, pero no pasaría
nada, esta vez saldría de su ostracismo.
Llevaba días ocn mucha tristeza, con una sensación de estar
inadecuada, fue cuando se pregunto: y sí de plano me voy hasta el fondo? En una
de esas, hasta me impulso.
Estaba ya convencida de ir a esa nueva aventura, pero Master informo que en donde se tenía planeada
la experiencia se había cancelado, pero que había otra opción ir esa misma
semana a otro lugar donde iba a llevar a cabo la ceremonia de repsiración, sólo
dos estábamos en la lista, una niña traviesa, con una sonrisa eterna, al menos
pocas han sido las ocasiones que la ve en la lona, y ell
a.
De momento Amadis sólo contestó que tenía que organizarse,
pero conforme paso la semana llego a su corazón la firme convicción de ahora o
nunca.
…
Esta fue su experiencia…
Primer día y nos presentan con el resto de la tribu, todos
con sensación de “vamos con todo”, yo no puedo dejar de pensar en que iba a
llegar un momento que, aunque quisiera no iba poder llevar el ritmo de los
demás, me siento muy limitada teniendo que sentarme en la silla, no me siento
con tanto arraigo, y sin embargo, tampoco me atrevo a sentarme en el piso, no
sé si mis rodillas puedan responder rápido en un momento dado..
Comenzamos con una respiración de Osho, si sí la puedo
hacer, me he percatado que, si la llevo como es, sin pensarlo y sólo dejando
sentir mi cuerpo, no llego a lastimarme, si me siento de repente como que mi
pierna derecha protesta, pero sigo, cuando llego al chakra del corazón quiero
vomitar, con el de la garganta quiero llorar, va la segunda ronda, va repetida
la sensación, termino, me siento, y me viene ese alud de llanto, llanto añejo,
llanto de miedo, llanto atorado hace años de infancia, en la que debía
consolarme sola y rápido, porque como me podrían consolar si estaba castigada…
surge el rostro de mi abuela materna, surge su sonrisa, y ese guiño que para mí
era como una cómplice en mi vida, quizás no la veía seguido, pero era como aire
fresco en mi vida de infancia.
Termino el ejercicio, me quedo con esta sensación de que
está permitido llorar, que mi abuela me dio el permiso, que no pasa nada. Nos
vamos a descansar, pero mi corazón está a mil, no puedo dormir, salen un poco
más de lágrimas, pero estas ya son como un descanso.
Llega el momento,, no lleva mi compañero, de repente veo a
la niña rubia a mi lado…
-
Nos acompañamos
-
Órale, va
…
Como lo viví…
Voy en la orilla del mar, todo es apacible, estoy,
aparentemente nadando, todo es tranquilo, todo es en calma, voy encima de una
tabla, de repente empieza el mar a picarse, me siento que me está ganando el
mar, me avienta, me abraza, me vuelve a aventar, no sé qué hacer, e repente
somos tres en un mar embravecido, veo que una está en total desesperación, otra
más esta sosteniéndola, debemos permanecer sobre la tabla, de ello depende
muchas cosas, el mar sigue aventándonos, una de ellas sigue queriendo lanzarse
fuera de un refugio seguro, no sé de donde tomarla, no sé si tenga la fuerza,
es más no sé si realmente podre moverme más allá de lo que creo puedo hacer…
Nos avienta, nos revuelca, no se calma, y vuelve a aventar
yo no sé qué más hacer sino cuidar a mi compañera, pero ya no puedo, me están
doliendo los brazos, me sorprendo subiendo y bajando ,moviendo a su ritmo para
que no se lastime, pero a la vez con miedo de revivir un golpe, mi codo me
duele mi codo, pero no debo soltarla, no, no es ella, soy yo, no puedo dejarme
llevar por la desesperación, en un momento dado ella grita, yo grito, y sólo
quisiera decir, calma, todo va pasar, todo va estar bien,…no sé cuánto tiempo
ha pasado, sólo sé que son como olas embravecidas, que si acaso dejan un poco
de espacio para jalar aire, si, al fin, llegue a la orilla, estoy cansada,
agotada, siento que los brazos se me caen, sigo impresionada de haber salido de
ahí, se oye una música como de fuerza, es una voz grave, y luego una voz muy
delgada, entre lo masculino y lo femenino, supongo que la sensación que tengo
es la misma que siente un naufrago cuando llega a tierra, siento que la música
me envuelve y me arrulla.
Pero esto aún no ha terminado, viene lo más difícil para mí,
la guerra entre la razón y la sensación.
…
Oigo la música, debo cubrirme, me siento como Sinuhe, con
expectativas, metiendo cabeza, para ver si veo algo, me enconcho, se que si
cierro los ojos mi mente se apaga un poco y no está al pendiente de lo que ve,
debo enfocarme en mis demás sentidos, me empieza a doler la cabeza, me enconcho
aún más oigo críticas, oigo que no voy a poder, que no haga lo que sienta
porque es fingido, me canso de estar peleando conmigo misma, me harta, llega un
momento que sólo atino a decir, ya me canse de existir, ya me canse de pelear
por ser lo correcto, ya no quiero…
De repente se oyen tambores, tengo deseos de danzar, pero el
espacio es muy reducido, me visualizo como un guerrero africano, escondido en
una cueva, muy poco espacio, debo de aprovechar el poco movimiento que me
permite ese espacio, sigo escuchando “no puedes”
Siguen los tambores, sigo enfocándome en mi cuerpo, siento
que alguien se acerca, si es la voz que sigue recriminándome mis errores, debo
acabarla, debo callarla, dejo que se acerque un poco, me arrastro, la siento,
comienzo a pegar de a poco, pero debo callarla, debo acabarla, doy uno, dos,
tres golpes, mi corazón late con fuerza, me duelen los brazos me suelto a
llorar, me siento cansada pero debo seguir, en ese detenerme, siento que se
abalanza aún más las recriminaciones, siento que me están apaleando, me pegan,
me recriminan, siento que me ahogo, me acomodo de tal forma que me hago a un
lado, sin embargo sigo sintiendo el ahogo, abro los ojos, no veo a nadie, debo
de esconderme y recuperarme, tratar de no caer, me recuesto, espero, espero el
momento para volver a defenderme doy otros golpes, no sé si al fin termine, pero
me gana el dolor de mi hombro izquierdo, me recuesto boca arriba, siento que ya
lo que podía hacer lo hice, ya no me quiero mover, me canse, oigo nuevamente
música al fondo esta vez es como de un arrullo, debo buscar un refugio, debo
sentarme, me pesco de algo, me arrullo, me consuelo, sé que esto no termina
aquí, debo descansar, si bien luche, no sé si logre acallar del todo al
verdugo, no sé si en las noches volveré a tener esas pesadillas donde demonios
me persoguen, ojalá y no…
Amadis